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miércoles, 15 de octubre de 2014

¿Por qué mi Biblia dice que la salvación se pierde? – Parte II

Escrito por Abrahan Salazar

En mi artículo anterior, comencé con la exposición de los pasajes que pueden ser aparentemente problemáticos respecto a la sagrada doctrina de la Seguridad de la Salvación. La doctrina de la seguridad del creyente es importante en el estudio bíblico y marca el inicio de nuestro crecimiento como cristianos.

El teólogo Charles C. Ryrie escribe acerca de esta doctrina:
“La seguridad eterna es obra de Dios que garantiza que el don de Dios, la salvación, una vez que se recibe, es para siempre y no se puede perder. El concepto de seguridad eterna enfatiza la actividad de Dios en garantizar la posesión eterna del donde la vida eterna. Tiene que ver con aquellos a quienes el Espíritu Santo regenera, y su veracidad no se funda en las emociones o las experiencias.”[1]
A continuación seguiremos explicando algunos pasajes considerados problemáticos, que a través de una hermenéutica sana nos ayudarán a cimentar más esta doctrina maravillosa de la seguridad eterna.

1 Jn. 2:19
“Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros.”
Note bien: Este pasaje a más de indicar que la salvación se pierde indica que aquellos que salieron del evangelio NUNCA fueron salvos. Este libro, de primera de Juan, fue escrito por el apóstol Juan para cristianos, creyentes en Cristo Jesús para que sepan que tienen “vida eterna” (1 Jn. 5:13). En el contexto del versículo el apóstol menciona a los creyentes que eran vencedores del maligno y crecían espiritualmente (1 Jn. 1:12-15). Luego Juan dice que no amemos el mundo ni sus deseos porque en las cosas del mundo no está la voluntad del Padre (1 Jn. 2:15-17). Siguiendo el hilo del pasaje, Juan menciona la venida del Anticristo escatológico, que era conocido por los primeros creyentes que vendría al final de los tiempos, pero Juan agrega que es verdad que ese Anticristo vendrá, pero también en aquel momento muchos “Anticristos” se habían surgido (1 Jn. 2:18). ¿Quiénes eran esos anticristos? Al parecer eran “incrédulos” a quienes les gustó el evangelio y entraron, pero nunca fueron renacidos, y cuando fueron seducidos por el mundo “retrocedieron” y se pusieron en contra de Cristo. Luego Juan argumenta que salieron de nosotros (los salvos) pero no eran de nosotros (no eran salvos) porque si hubiesen sido de nosotros (los salvos), habrían permanecido con nosotros (los salvos); pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros (los salvos). Por lo tanto, estos hombres mencionados por Juan no perdieron la salvación, nunca fueron salvos, porque si hubieran sido salvos lo demostrarían dando el fruto de la perseverancia.

Mateo 10:32-33
“A cualquiera, pues, que me confiese delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi Padre que está en los cielos.”
Note bien: El pasaje no empieza en el versículo 26, sino en el capítulo 10:1. Allí Jesús llama a sus doce discípulos y les da instrucciones de predicar el evangelio en los alrededores de Judea (Mt. 10:5:15), luego les menciona que la tarea de la proclamación del evangelio no sería nada fácil ya que vendrán persecuciones venideras a los anunciadores del evangelio (Mt. 10:16-25). A continuación, Jesús menciona a sus apóstoles a no temer temor de las personas que rechazan el evangelio, sino que exhorta a tener temor únicamente a Dios (Mt. 10:26-31), agregando que entonces deben predicar sin temor viendo los resultados: los que confiesen a Cristo serán salvos y Cristo los confesará delante de su Padre, pero los que rechacen a Cristo serán rechazados por él delante de su Padre (Mt. 10:32-33). Note además que el término griego usado para negar es ἀρνέομαι y significa en ese contexto, rechazar a una persona[2]. Cristo no dice en este pasaje que se pueda perder la salvación, sólo menciona a quienes los rechazan al escuchar el mensaje predicado por los apóstoles en ese contexto.

1 Corintios 15:1-2
“Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano.”
Note bien: El pasaje bíblico empieza con el apóstol Pablo respondiendo a la pregunta sobre la resurrección de Cristo. La resurrección de nuestro Señor es el evangelio mismo para el apóstol Pablo, a tal punto que si un creyente no cree que Jesús haya resucitado de los muertos, su fe es vana (o ha creído en vano – 1 Co. 15:12-14). “Creer en vano” para el apóstol Pablo no significa “perder” la salvación, sino “creer en Cristo pero no creer en su resurrección” y habían muchos así en Corinto (1 Co. 15:12). En otras palabras, el verdadero creyente es salvo por creer en la resurrección de Cristo de los muertos, ya que la resurrección es el punto final de nuestra redención completa, al ser nuestro cuerpo transformado por Dios para glorificación (1 Co. 15:51-57). Un verdadero creyente jamás tendría una fe vana, creyendo que Jesús no resucitó. Algo más, Pablo no condiciona la salvación a “retener la palabra predicada” ya que él mismo dice que la salvación se obtiene sólo “por gracia” y “no por obras” (Ef. 2:8). La traducción correcta en el versículo dos debería ser entonces, “ya que retenéis la palabra que os he predicado” pues en el Nuevo Testamento griego está en la condición de primera clase, y debería ser traducida “ya que” pues Pablo está suponiendo que los corintios la retienen en el presente, y no es una condición para salvación[3].
Podríamos, por lo tanto, leer el texto así: “Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, ya que retenéis la palabra que os he predicado, están siendo salvos, a no ser que[4] hayan creído en vano (creyendo que Cristo no resucitó)”. Este texto, en vez de alegar que la salvación está condicionada a “retener la palabra” o a “no tener una fe en vano” pues podemos perder nuestra salvación, demuestra que los verdaderos creyentes “no tienen una fe en vano” pues creen que Cristo ha resucitado, “ya que retienen la palabra predicada” por Pablo, el mensaje de la resurrección de Cristo.

2 Corintios 13:5
“Examinaos a vosotros mismos si estáis en la fe; probaos a vosotros mismos. ¿O no os conocéis a vosotros mismos, que Jesucristo está en vosotros, a menos que estéis reprobados?”
Note bien: Este versículo en ningún sentido menciona que la salvación se puede perder, sino todo lo contrario. En primer lugar, versículos anteriores Pablo menciona a los corintios su deseo de visitarlos por tercera vez (2 Co. 12:14), pero menciona además, que tal vez en la visita que él haga a los corintios los encuentre como él no quiere: viviendo en pleitos, envidias y hasta fornicaciones y lo peor de todo es que no se hallan arrepentido de vivir una vida así (2 Co. 12:20-21). La Biblia al lenguaje sencillo traduce: “Me da miedo pensar que, cuando vaya a visitarlos, no los encuentre como yo quisiera, y que tampoco yo resulte ser lo que ustedes esperan. Tengo miedo de encontrarlos peleándose, o envidiándose, o enojados unos contra otros, o que resulten ser egoístas, chismosos, murmuradores, orgullosos y alborotadores. Me da miedo pensar que, cuando vaya a visitarlos, mi Dios me haga sentir tanta vergüenza que me ponga a llorar porque muchos de ustedes no han dejado de pecar ni de hacer lo malo, sino que siguen teniendo relaciones sexuales prohibidas.” Luego Pablo menciona que en esta tercera visita sólo dos o tres testigos serían suficiente para disciplinar a aquellos “creyentes” que no se han arrepentido de vivir una vida de pecado y Pablo advierte no ser indulgente con esta gente (2 Co. 13:1-2). Luego el apóstol menciona a los corintios que si querían ver la prueba de que Cristo hablaba por él, noten el poder con el que él habla, y si era necesario, cuando vaya les iba a mostrar el poder de Dios en sus palabras (2 Co. 13:3-4). Finalmente, el apóstol menciona a los “creyentes” que estaban viviendo una vida desordenada en pecado (mencionados en 2 Co. 12:20-13:2) que se “examinen” para saber si realmente eran salvos. Pablo termina diciendo que si Jesús estaba en ellos, ellos eran salvos, pero si Jesús NO estaba en ellos, ellos no eran salvos (2 Co. 13:5). Por lo tanto, este texto en vez de enseñar que la salvación se pierde, es un consejo para aquellos “creyentes” que viven desordenadamente en pecados y no se arrepienten para probarse si realmente son salvos. Si al autoexaminarse encuentran que Cristo no está en ellos (pues no proceden al arrepentimiento) entonces nunca fueron salvos. Pues si Cristo estuviera en ellos, se arrepentirían de su mal camino. Reitero, este texto no enseña que un creyente pierda la salvación, sino que demuestra que un “creyente” que viva desordenadamente en pecado y no se arrepiente NUNCA fue salvo, para tal caso, debe hacerse un examen personal.
Continuará…



[1] Charles C. Ryrie, Teología Básica pg. 374, Editorial Unilit - Primera edición 1993
[2] William Edwy Vine, Diccionario expositivo de Palabras del antiguo y nuevo testamentos de Vine pg. 584, Editorial Grupo Nelson 2007
[3]  Archibald Thomas Robertson, Comentario al texto griego del Nuevo Testamento pg. 453 – Editorial CLIE 2003
[4] Traducción del Nuevo Testamento Interlineal de Francisco Lacueva pg. 698 – Editorial CLIE 1984

sábado, 11 de octubre de 2014

¿Por qué mi Biblia dice que la salvación se pierde? – Parte I

Escrito por Abrahan Salazar

Durante ocho años de mi vida cristiana viví creyendo que la salvación era tan frágil que yo la podía perder en cualquier momento. Claro, era obvio, NO cualquier pecado podía hacerme perder mi salvación, sólo los pecados de muerte. En mi mente entonces clasificaba qué pecados me podían hacer morir espiritualmente y entendía que pecados de índole sexual podrían hacerme caer de la gracia de Dios (tales como fornicación, adulterio, inmoralidad, etc.) mientras que pecados menos graves me tendrían aún en su gracia (mentira, enojo, ira, etc.). Qué maravilloso fue ese día en el que oí que la salvación era tan duradera que nada ni nadie me podría apartar del amor de Cristo. Sin embargo, empezaron a venir a mi mente las enseñanzas de aquellos teólogos pentecostales; en ellas, estos teólogos exhortaban a cuidar la salvación porque no era completamente segura.

El teólogo pentecostal Myer Pearlmann dice:

La experiencia confirma la posibilidad de una caída transitoria de la gracia, conocida popularmente con el nombre de relapso o reincidencia…Un relapso o reincidente es aquel que antes tenía fervor hacia Dios, pero que ahora se ha enfriado (Mt. 24:12); antes obedecía la Palabra, pero la mundanalidad y el pecado impidieron el crecimiento y la producción de frutos (Mt. 13:22); antes puso su mano en el arado, pero miró hacia atrás (Lc. 9:62); al igual que la esposa de Lot que había sido liberada de la ciudad de Destrucción, pero su corazón ha retornado allí (Lc. 17:32); guardó antes comunión íntima con el Señor, pero ahora ha perdido contacto con él, y espiritualmente está marchito, es estéril e infecundo y de nada sirve (Jn. 15:6); antes escuchó la voz de la conciencia, pero ahora ha arrojado de sí la brújula que podía marcarle del derrotero, y como resultado de ello, la nave de la fe ha naufragado en los acantilados de la mundanalidad y el pecado (1 Tim. 1:19); en el pecado se sentía feliz de llamarse creyente pero ahora siente vergüenza de confesar a su Señor (2 Tim. 1:8, 2:12); antes estaba libre de la contaminación del mundo, pero ahora ha retornado como “la puerca lavada a revolcarse en el cieno” (2 Pe. 2:22); compare con Lc. 11:21-26.”[1]
Es interesante que el patrón de autoridad para Myer Pearlmann es “la experiencia” y no la Palabra de Dios.

Luego agrega:

“Más el Nuevo Testamento nos enseña que la gracia divina puede ser resistida, y resistida hasta la perdición eterna, (Jn. 6:64, Heb. 6:4-6, 10:26-30, 2 Pe. 2:21, Heb. 2:3, 2 Pe. 1:10), y que la perseverancia está condicionada al mantenerse en contacto con Dios.”[2]
Más adelante agrega:

“Pero la frase “una vez en la gracia, siempre en la gracia” no podía decirse de los israelitas; puesto que la ruta quedó señalada por las tumbas de aquéllos que habían sido castigados por sus murmuraciones, rebeliones e idolatrías. El pecado interrumpió la comunión con Dios, y como resultado de ello cayeron de la gracia. Pablo declara que estos acontecimientos fueron registrados a fin de advertir a los creyentes de la posibilidad de perder los más excelsos privilegios debido al pecado obstinado.”[3]
Guy Duffield, otro teólogo pentecostal escribe:

“La participación del creyente es nutrirse en la palabra de Dios, someterse al ministerio del Espíritu Santo y preservar la comunión constante con Dios a través de la oración. Es por medio de la fe, la obediencia y la sumisión a la voluntad de Dios, que el creyente se adueña de todo lo que la gracia de Dios suple. No somos ni salvados ni guardados a causa de la fe y la obediencia. Pero la fe y la obediencia nos mantienen en comunión con Cristo, quién es fiel y nos preserva hasta el fin. “Porque yo sé en quién he creído, y estoy convencido de que es poderoso para guardar mi depósito hasta aquel día” (II Ti. 1:12). Si el seguidor de Cristo hace estas cosas, estará seguro por toda la eternidad. Pero si no mora en Cristo por causa de su incredulidad, o por una vida que peca a propósito y nunca se arrepiente, o por continuar en apostasía, entonces no hay promesa alguna de que será guardado. En ninguna parte de la escritura se nos da permiso a desafiar la gracia de Dios…El mantenimiento de nuestra salvación no es un acto de equilibrio sobre un camino angosto con precipicios en ambos lados. Claro que hay un precipicio, pero por la fe, la obediencia y la comunión fiel con el Señor, tendremos el privilegio de caminar más y más lejos del precipicio y llegar más y más cerca de la ciudad de Dios.”[4]
Sin embargo es de notar, que estos dos teólogos pentecostales aceptan que hay una seguridad para el creyente, pero que esta seguridad no está fundamentada en Dios sino en el andar del creyente. Por lo tanto, eres salvo por Dios y puedes vivir seguro en él, siempre y cuando no pierdas la salvación. Entonces, la supuesta seguridad es contradicha.

El predicador pentecostal Rodolfo Gonzalez enseña acerca de la salvación frágil en la que cree, en una de sus prédicas tituladas, “El descuido espiritual acarrea desgracia”, transcribiré textualmente sus palabras:

“Pero usted comienza a caer con una filistea, con una ramera, con una Dalila, ahhh, ya hace rato que tú estás de picada, estas picada ya, sólo hace falta que el Diablo te arrastre y te lleve”[5]
Note la forma en la que este predicador manifiesta que cualquier creyente puede ser llevado por el Diablo. La Biblia enseña por el contrario, “por lo cual estoy seguro que nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios que es en Cristo Jesús” Ro. 8:38-39.

Minutos más adelante agrega:

“Por eso estamos predicando, todos los días hablamos y hablamos ¿para qué?, para que se cuiden, yo me tengo que cuidar, yo no puedo esperar que ustedes me cuiden a mí, yo me tengo que cuidar,  la Palabra de Dios dice: el que se cuida a sí mismo el maligno no le toca…¿Dios te guarda? Sí te guarda, pero ¿qué dice Dios? el que se guarda a sí mismo, ¿qué dice Dios? El que resiste al Diablo de vosotros huirá.”[6]
Es interesante que este predicador mencione que Dios sólo nos guarda a los creyentes con la condición de que nosotros nos guardemos a nosotros mismos, pero eso no lo enseña la Biblia en  pasajes como 1 Pe. 1:5, Jud. 24. El no caer de la gracia no depende de que yo me cuide, sino de que Dios y su poder me cuidan.

Luego agrega:

“Para que sepa usted que a los fuertes, y a los que Dios ha escogido, si se debilitan, el Diablo se los lleva. Cuando yo vi siendo todavía un novato, comenzando unos años nomás, y vi pastores que cayeron yo lloraba y decía: Señor, primero quítame la vida, y hasta ahora no ceso de decirle al Señor: primero quítame la vida, antes que yo te falle, antes que yo sea piedra de tropiezo, piedra de escándalo, quítame la vida como tú quieras Señor, pero no quiero perder mi alma ni quiero ser un mal testimonio, hermano por un deleite sexual con una mujer más joven, una mujer más diferente que la otra en su cuerpo, en su forma, hermano comer ese plato es irse al infierno de cabeza.”[7] 
La Biblia a diferencia de lo que nos dice este predicador, es más compasiva. Juan argumenta que si pecáramos tenemos un abogado que es Cristo (1 Jn. 2:1); Jesús además nos aseguró que nunca pereceríamos en el infierno (Jn. 10:27-28). Además es notorio que en estas declaraciones se argumenta que los pecados de índole sexual son los más graves delante de Dios; sin embargo, la Biblia dice que el saber hacer lo bueno y no hacerlo es pecado (Stg. 4:17), que todo lo que no procede de fe es pecado (Ro. 4:23) y que para un Dios Santo, tanto una mentira como la avaricia, la explotación o los pecados sexuales, son de igual grado y magnitud (1 Jn. 1:5).

A continuación, trataré de explicar la mayoría de textos que son usados por los que rechazan tener una seguridad en Cristo, para vivir una vida desdichada creyendo que a cada segundo de su vida, su salvación pende de un hilo. Para ello, usaremos el análisis sencillo del pasaje, el contexto y sus conceptos griegos.

Mateo 7:15-23

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis.  No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?  Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”
Note bien: en los versículos anteriores tenemos una clase de personas que conoce el evangelio de Cristo y hasta realizaron milagros; sin embargo, NUNCA fueron salvos. Note que estos llamados “falsos profetas” tienen vestidos de ovejas pero dentro (su naturaleza) es de lobo, a diferencia del creyente que tiene una nueva naturaleza en Cristo (2 Pe. 1:4). Luego Jesús apela a los frutos, diciendo que un buen árbol puede producir buenos frutos, pero un árbol malo sólo producirá frutos malos, lo cual indica que sólo los creyentes pueden dar frutos dignos de arrepentimiento (Lc. 3:8), los falsos profetas son creyentes “falsos” que podrán dar aparentes frutos de “justicia” por un tiempo, pero todo se desvanece cuando da un fruto malo, el fruto de la deserción (1 Jn. 2:19). El Señor Jesús luego menciona que no todo confesor de su Señorío es salvo sino aquellos que “hacen” la voluntad de su Padre Dios. Note algo, uno no entra al cielo por “hacer” la voluntad de Dios, sino sólo por gracia (Ef. 2:8), el “hacer” la voluntad de Dios es tan sólo una demostración que “ya” somos salvos (1 Jn. 2:3, 2:29). Muchos falsos profetas (incrédulos) dirán en el día final al Señor que obraron muchos milagros en su nombre, sin embargo, el obrar milagros NO es una demostración de ser salvo, porque incrédulos como Janes y Jambres los obraron también (2 Tim. 2:8); vemos aquí que el poder de obrar milagros de estos farsantes viene de Dios pero para perdición (2 Ts. 2:11-12). Por último Jesús declara “nunca” haber conocido a estos falsos profetas, algo que NUNCA diría de los verdaderos creyentes a quienes “conoció” desde antes de la fundación del mundo (Ro. 8:29, 1 Pe. 1:2, Gl. 4:9).

2 Corintios 11:13-15

“Porque éstos son falsos apóstoles, obreros fraudulentos, que se disfrazan como apóstoles de Cristo. Y no es maravilla, porque el mismo Satanás se disfraza como ángel de luz. Así que, no es extraño si también sus ministros se disfrazan como ministros de justicia; cuyo fin será conforme a sus obras.”
Note bien: en el texto anterior vemos que estos falsos “apóstoles” tampoco son verdaderos creyentes, como en el caso anterior. Mire la comparación que hace Pablo de Satanás disfrazado de ángel de luz. Satanás puede disfrazarse de ángel de luz pero NUNCA será uno, pues tiene una naturaleza caída. Igual estos ministros de Satanás pueden disfrazarse de justos pero nunca serán justos, porque siguen teniendo su naturaleza caída. No es que éstos hayan perdido la salvación, sino que NUNCA fueron salvos, sólo eran incrédulos con disfraces de salvos.  Pablo luego apela al final de estos hombres argumentando que recibirán conforme a sus obras. Si fueran creyentes darían buenos frutos, al salir del cristianismo sólo demostraron que NUNCA fueron salvos.

2 Pedro 2:1.21-22

“Pero hubo también falsos profetas entre el pueblo, como habrá entre vosotros falsos maestros, que introducirán encubiertamente herejías destructoras, y aun negarán al Señor que los rescató, atrayendo sobre sí mismos destrucción repentina…Porque mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado. Pero les ha acontecido lo del verdadero proverbio: El perro vuelve a su vómito, y la puerca lavada a revolcarse en el cieno.”
Note bien: este es un pasaje bastante importante porque a primera vista, el apóstol Pedro está indicando que estos falsos maestros han sido rescatados por el Señor; sin embargo, hay que leer todo texto en su contexto global. El término griego que la RVR 1960 traduce como “rescató” es ἀγοράζω que específicamente significa “comprar”, así lo traduce la Biblia de las Américas (…al Señor que los compró…). Ahora, Cristo Jesús es el comprador y Salvador de “todos” los hombres, aún de los incrédulos (1 Tim. 4:10, Tito 2:11, Heb. 2:9), aunque su sangre salvadora solo se hace efectiva en aquellos que creen. En conclusión, estos falsos maestros mencionados por Pedro son incrédulos por quienes Jesús murió y con su sangre los compró; sin embargo, ellos por su corazón no arrepentido atesoran ira para el día de la ira (Ro. 2:5) por lo tanto no se hace efectiva la sangre de Cristo para salvación. Note algo más, Pedro en los últimos versículos del mismo capítulo demuestra que estos falsos maestros nunca fueron en realidad salvos. Él apela a la naturaleza de los animales para comparar a estos pecadores según el Proverbio 26:11. ¿Por qué el perro vuelve a su vómito? Pues porque es perro, si fuera gato les aseguro que no lo haría. ¿Por qué la puerca lavada vuelve al cieno? Pues porque es puerca, si fuera gato, no lo haría. ¿Por qué los falsos maestros vuelven a la vida de pecado? Porque SIEMPRE fueron pecadores, si hubieran sido SALVOS (con nueva naturaleza) no añorarían ni siquiera volver a esa vida. Estos maestros no perdieron la salvación, sólo que nunca la tuvieron.
Continuará…




[1] Myer Pearlmann, Teología Bíblica y Sistemática, pg. 299-300 – Versión Castellana: Benjamín E. Mercado, Editorial VIDA, Miami Florida 33167 (Novena edición, 1977).
[2] Ibid, pg. 305
[3] Ibid, pg. 307
[4] Guy P. Duffield y Nathaniel M. Van Cleave, Fundamentos de la Teología Pentecostal, pg. 284-285 – Segunda Edición. 2002 por Life Pacific College. ISBN 0-9635581-3-7
[6] Minuto 12 segundos 58 – minuto 13:53
[7] Minuto 15 segundos 18 – minuto 16:22

miércoles, 1 de octubre de 2014

Jesús frente al judaísmo de su época

Escrito por Abrahan Salazar
Los cristianos poco conocemos acerca del judaísmo de la época neotestamentaria. Aplicamos el término “fariseo” como sinónimo de “hipócrita” o “falso” llegando al punto de considerarlo una ofensa.
Lo cierto es que el judaísmo “ortodoxo” y más conservador de la época de Jesús era el judaísmo fariseo, basado en la Torah escrita (Tanah – Libros correspondientes al Antiguo Testamento) y la Torah oral (lo que hoy podríamos llamar Talmud). Eran los fariseos los que buscaban la pureza en el ejercicio de los mandamientos de Dios, y eran muy reverentes al culto judaico más que ningún otro tipo de creyente judío.
Según Flavio Josefo, los Perushim (fariseos) eran un grupo de judíos ascetas en cuanto al estilo de vida, preocupados por aparecer como rigoristas en lo tocante a al Torah. Poseían un cuerpo adicional de interpretaciones y tradiciones, y las prácticas religiosas se llevaban a cabo de conformidad con su propia interpretación. [1]

Después de la diáspora babilónica (S. V a.C.), surge una nueva filosofía en el judaísmo de la época, la cual establecía que Dios había entregado a Moisés una Torah escrita y otra Torah oral, siendo preservado este pensamiento hasta la época del Segundo Templo por los fariseos,  los cuales fueron los antepasados del movimiento rabínico de hoy, acerca del valor divino de la Torah oral[2]. Luego de la destrucción del Segundo Templo (70 d.C.), la secta ortodoxa se fortaleció más que las otras corrientes religiosas judaicas tanto que las otras quedaron marginadas.[3]
Entonces, podemos establecer un punto de conexión entre el judaísmo ortodoxo actual y el fariseísmo de la época de Jesús. Para entender, cuán importante era para los fariseos antiguos la Ley Oral, es necesario ver en los judíos ortodoxos modernos sus opiniones.
Nicholas De Lange escribe:
“Para el judaísmo ortodoxo de hoy, la Torá (todas las enseñanzas de la Biblia y del Talmud, la literatura canónica posterior y, en especial, las prácticas codificadas en el Shulján Aruj y otros escritos halájicos) es revelación divina e inmutable. Este enfoque deja poco lugar a una crítica bíblica libre de prejuicios i a los análisis históricos del Talmud.”[4]
Dan Cohn-Sherbok escribe acerca del judaísmo ortodoxo:
“Torá es la palabra hebrea para “Ley”. En el judaísmo se usa para nombrar el Pentateuco, pero, en un sentido más amplio, también se hace referencia a la totalidad de la Ley Oral y Escrita e incluso a todo el modo de vida judío. La Torá cubre cada detalle de la vida – la comida permitida, la ropa apropiada, la conducta hacia los amigos judíos, la conducta en los asuntos humanos, el papel de las mujeres, las obligaciones de los padres y de los hijos, las festividades que hay que celebrar y los ayunos que hay que observar.”[5]
Luego agrega:
“En conjunto hay 613 mandamientos en el Pentateuco, que se explican e interpretan en ese gran tesoro que es la Ley Oral, incluso más adelante se siguió codificando este gran elenco de leyes. Los ortodoxos estrictos consideran que toda la Torá, la Escrita, la Oral y los Códigos [de leyes halájicos], constituye la Palabra de Dios, y es lo que diferencia a los judíos de otras naciones. ”[6]
Lawrence E. Sullivan escribe:
“Existen diferentes visiones de la Torá, el texto que expresa la voluntad de Dios para el pueblo judío. Según una de ellas, se trata de una tradición transmitida ininterrumpidamente de Moisés a Josué, a los ancianos y a los profetas judíos, a jefes como a Esdras y Nehemías, de la mitad del siglo V a. C., para llegar hasta los primeros rabinos mencionados en el Talmud. ”[7]
R. Baruj Garzón escribe:
“Son considerados judíos ortodoxos, desde entonces y hasta hoy, aquellos que aceptan la Torá como fuente de inspiración de su religiosidad y su conducta, tanto la Torá escrita es decir los veinticuatro libros de la Biblia hebrea, como la Torá oral, es decir el Talmud, el Shuljan Aruj y otros escritos rabínicos incluidas las obras de maestros contemporáneos reconocidos. Tanto la Torá Escrita, como la Oral se consideran igualmente inspiradas por Dios. El código de conducta que de ellos se deduce recibe el nombre de Halajá, del verbo haloj, una palabra hebrea que sugiere la idea de camino y progreso constante.”[8]
La alta estima que los Perushim tenían de la Torah oral al considerarla Palabra de Dios al igual que la Torah escrita fue el punto principal en las enseñanzas judías durante la época inter y neotestamentaria.
La palabra Parush (Fariseo) deriva del hebreo Parush  que significa separado y denota una connotación negativa al referirse a ellos como “separados de la comunidad”. Ellos llamaban a sus maestros “sabios” y se catalogaban a sí mismo como “discípulos de los sabios”. Sin embargo, toman voluntariamente el nombre parush de manera positiva para ser visto como “separados de la comunidad para ser santos como su Dios”[9]
Es de notar que NO todos los fariseos eran hipócritas y mentirosos. Las acusaciones de Jesús contra los fariseos registrada en Mt. 23 no es para todos los perushim sino para los que él específicamente consideraba falsos e hipócritas.
Harold L. Willmington registra al respecto:
“La Jewish Encyclopedia señala siete tipos de fariseos:
-       Los que hacían ostentación de sus buenas obras delante de los demás como si llevaran distintivos en el hombro.
-       Aquellos que pedían a cualquiera que les acompañara y que les esperaran un poco mientras hacían una buena obra.
-       Los ciegos que se golpeaban contra los muros por cerrar los ojos para evitar mirar a las mujeres.
-       Aquellos que caminaban con la cabeza agachada para evitar las malas tentaciones.
-       Los que dedicaban tiempo en contar sus buenas obras para ver si ya habían superado sus fallos.
-       El temeroso de Dios, que a semejanza de Job ERA REALMENTE JUSTO.
-       El fariseo que como Abraham AMABA REALMENTE A DIOS.”[10]
El fariseísmo, además, tenía en el grado más alto los dichos de los sabios al igual que la Torá escrita. El apóstol más reconocido del primer siglo, Saulo de Tarso quien adoptara el nombre de Pablo, seguía esta corriente religiosa, la más estricta del judaísmo; y reconoce que las tradiciones de los padres (o enseñanzas rabínicas de la Torah Oral) eran practicadas fielmente por él. Según su propio testimonio estudió a los pies del Rabino Gamliel (descendiente del Rabino Hillel) la ley de sus padres (Hch. 22:3). Apelando a la ley de nuestros padres, él indica que recibió al pie de la letra las instrucciones de las Torah Oral. En Hch. 28:17 dice ante los judíos de Roma que las acusaciones de ir contra las costumbres de nuestros padres (Torah Oral) eran mentira. En Gal. 1:14, Pablo menciona su celo de la Torah Oral argumentando que aventajaba a muchos de sus contemporáneos.
Nuestro Señor Jesús no tenía muy fácil la tarea de cambiar la mentalidad de los judíos de la época. Existe en el judaísmo una rama conocida como Caraísmo. El Caraísmo enseña que sólo la Ley Escrita es palabra de Dios y no basa su fundamento religioso en los dichos o comentarios de los sabios judíos (postulados en la Torah Oral[11]). Sin embargo, el Caraísmo no ha tenido tanta fuerza como el judaísmo ortodoxo. Jesús más que apelar a los comentarios rabínicos y tradiciones judaicas, apeló a la lectura original del Pentateuco sin adiciones (al igual que los caraítas) aunque en algún momento de su vida, durante sus discursos haría mención indirecta de algunos mishnayot[12] o proverbios rabínicos que eran conocidos por los judíos.
Fue en ese contexto religioso, en el que los judíos respetaban tanto las enseñanzas de la Torah Escrita (Pentateuco) como las de la Torah oral (enseñanzas de los sabios rabinos), que nuestro Señor apareció para decir su segundo sermón público registrado en Mt. 5-7.
Fue a esos religiosos ortodoxos de las enseñanzas de Moisés (el más grande de los maestros), interpretadas por los sabios antiguos de Israel, que Jesús les dijo:
Oísteis que fue dicho por[13] los antiguos: No matarás; y cualquiera que matare será culpable de juicio. Pero YO os digo…” (Mt. 5:21)
Oísteis que fue dicho: No cometerás adulterio. Pero YO os digo…” (Mt. 5:27)
También fue dicho: Cualquiera que repudie a su mujer, dele carta de divorcio. Pero YO os digo…” (Mt. 5:31)
“Además habéis oído que fue dicho a los antiguos: No perjurarás, sino cumplirás al Señor tus juramentos. Pero YO os digo…” (Mt. 5:33)
Oísteis que fue dicho: Ojo por ojo, y diente por diente. Pero YO os digo…” (Mt. 5:38)
Jesús NO estaba corrigiendo la Ley Escrita (Pentateuco), de la que afirmó que NUNCA pasaría la vigencia (Mt. 5:17-20), sino que estaba corrigiendo las enseñanzas rabínicas, la Torah Oral, la interpretación que los sabios judíos daban de la Torah Escrita. [14]
Matthew Henry comenta:
“Los maestros judíos habían enseñado que nada, salvo el homicidio, era prohibido por el sexto mandamiento. Así, eliminaban su significado espiritual. Cristo mostró el significado completo de este mandamiento; conforme al cual debemos ser juzgados en el más allá y, por tanto, debiera ser obedecido ahora. Toda ira precipitada es homicidio en el corazón.”[15]
En ese mismo sentido de interpretación rabínica, Jesús reinterpreta al pueblo la enseñanza talmúdica concerniente al Shabbat (Mr. 2:1-12, 23-28), los ritos de purificación (Mr. 7:1-4) o el divorcio (Mr. 10:10:1-12).
Rabenu Yahushua (nuestro Maestro Jesús) no sólo reta a los guardianes de la Ley Oral en su época (los perushim) reinterpretando los textos de la Torah Escrita, dándole un sentido más humano y misericordioso, examinando tanto lo externo como lo interno, sino que también acusa a aquellos maestros que vivían de manera hipócrita, sólo basándose en el formalismo.
Según las interpretaciones rabínicas los judíos debían llevar unas cajitas de cuero, llamadas tefilim (en Mt. 23 le llaman filacterias) atadas sobre la frente y el brazo izquierdo, cerca al corazón, para cumplir  literalmente con lo dicho en Dt. 6:8. Estas cajitas de cuero contenían algunos pasajes escritos del Pentateuco tales como Ex. 13:1-10, Dt. 6:4-9, 11:13-21[16]. Todo judío observante de la Torah Escrita y de la Torah Oral debía cumplirlo, nuestro Maestro también lo cumplió, sin embargo algunos fariseos, los llamados “hipócritas”, usaban los tefilim más grande de lo normal, para ser vistos por todos y el Señor acusó esto (Mt. 23:5).
Según la Ley Oral que interpretaba el pasaje de Números 15:37-39, los judíos debían llevar unas borlas en sus vestidos que ellos llamaban en su lengua tzitzit, y nuestro Señor no sólo lo llevaba en su manto, sino que hasta sanaba a la gente con tal sólo tocar algunas de sus tzitzit (Mt. 20:9). Sin embargo, los perushim llamados hipócritas llevaban unos tzitzit demasiado largos con la intensión de ser vistos por todos como hombres muy observantes de la Ley, y Jesús acusó esto (Mt. 23:5).
La reinterpretación de la Ley Escrita y la acusación de los actos hipócritas de algunos maestros perushim llevó a estos observantes rigurosos a condenar a la muerte al Maestro. Era de sabido para Jesús que no sería nada fácil esta tarea. Nuevamente repito, no todos los perushim eran así, Nicodemo (Jn. 3:1) y José de Arimatea (Lc. 23:50) eran testimonio de ello.
Durante la primera época de la Iglesia Cristiana muchos perushim se convirtieron al cristianismo, y sus interpretaciones llevaron a una asamblea en Jerusalem (Hch. 15:5-6).
Aunque actualmente el término “fariseo” para muchos cristianos es una “ofensa”, para los judíos de la época de Jesús era un título honorífico de hombres separados y piadosos. Jesús no acusó a todos los fariseos, sino sólo a los que actuaban con hipocresía, y además llevó más allá el concepto del judaísmo de su época reinterpretando la Torah Oral de los fariseos. Jesús realmente cumplió una tarea difícil pero su legado ha llegado hasta nosotros.



[1] Flavio Josefo, Antigüedades de los judíos, 18:12-17
[2] Harold L. Willmington, Auxiliar Bíblico Portavoz, pg. 369 – Editorial Portavoz
[3] Mathieu Collin – Pierre Lenhardt, El evangelio y tradición de Israel, pg. 3
[4] Nicholas De Lange, El judaísmo, pg. 81 – Ediciones Akal, S.A. 2011
[5] Dan Cohn-Sherbok, Judaísmo, pg. 77 – Ediciones Akal, S.A. 2001
[6] Ibid, pg. 80
[7] Lawrence E. Sullivan, La tradición religiosa del judaísmo, pg. 30 – Editorial Nerea, S.A. 2007
[8] Uriel Macías Kapón, El judaísmo, uno y diverso, pg. 222 -
[9] Mathieu Collin – Pierre Lenhardt, El evangelio y tradición de Israel, pg. 8
[10] Harold L. Wilkmington, Auxiliar Bíblico Portavoz, pg. 369 – Editorial Portavoz (Énfasis míos).
[11] Con Torah Oral nos referimos entonces a los comentarios y tradiciones que los sabios judíos agregaban a la Torah Escrita (El Penteteuco). En primera instancia, los comentarios y tradiciones pasaban oralmente, luego se compilaron en lo que conocemos como el Talmud, la Halajá (código de leyes judíos) y el Shulján Aruj (leyes sobre la Torá). Para los judíos ortodoxos, todos estos libros más la Torah Escrita (Pentateuco) es la misma palabra de Dios.
[12] Dichos rabínicos
[13] La RVR1960 dice: “a los antiguos” indicando probablemente que Moisés se lo dijo “a los antiguos israelitas”. Sin embargo, gramaticalmente puede también ser traducido como “por los antiguos” que según el contexto en el que Jesús habla, fueron los “los antiguos sabios rabinos” los que dieron la interpretación de la Ley Escrita. Mire como lo explica Jamieson Fausset Brown en su comentario.
“o como en la versión inglesa, “por los antiguos”. Cuál de estas dos traducciones es la correcta, es un asunto que ha sido muy discutido; cualquiera de las dos es gramaticalmente defendible, aunque la primera “ a los antiguos” es más consecuente con el uso del Nuevo Testamento (Véase griego de Rom_9:12, Rom_9:26; Rev_6:11; Rev_9:4), y la mayoría de los críticos se inclinan a su favor. Pero no se trata de una cuestión puramente del griego. Casi todos los que favorecen la traducción “a los antiguos”, entienden que el que pronuncia esas palabras es Moisés en la ley; “los antiguos” serían las gentes a quienes Moisés dió la ley; y la intención del Señor aquí sería la de contrastar su propia enseñanza, más o menos, con la de Moisés; bien sea como opuesta a la misma, como algunos afirman, o por lo menos modificándola, ampliándola y elevándola. Pero ¿quién puede razonablemente imaginar tal cosa después de una enfática o solemne proclamación de la perpetuidad de la ley y del honor y de la gloria en que debía ser tenida bajo la nueva dispensación, como la que Jesús acaba de hacer? A nosotros nos parece muy claro que el objeto del Señor es el de contrastar las perversiones tradicionales de la ley con el verdadero sentido de la misma, como él la exponía. Unos pocos de los que están de acuerdo con este punto de vista, piensan, sin embargo, que la única traducción legítima de estas palabras debe ser “a los antiguos”; entendiendo que el Señor está informando sobre lo que había sido dicho a los antiguos, no por Moisés, sino por los que pervertían la ley. No objetamos este punto; pero nos inclinamos a pensar (con Beza, y luego con Fritzsche, Olshausen, Stier y Bloomfield) que “por los antiguos” debe ser lo que el Señor quiso decir aquí, refiriéndose a los maestros rabínicos más que a la gente perversa”.
[14] Comentario sobre Mt. 5:21 en la Biblia de Jerusalén 1975, pg. 1394
[15] Comentario sobre Mt. 5:21 por Matthew Henry
[16] Rabino Rifat Sonsino, Vivir como Judío, pg. 176 

sábado, 20 de septiembre de 2014

Jesús ¿Dios-hombre o humano divinizado? Parte II

Escrito por Abrahan Salazar
El Nuevo Testamento aplica el término "Dios" a Jesucristo, algo que a muchos estudiantes de la Biblia ha llevado a estudiar seriamente. 

Lo primero que debemos aclarar es que el término "אלהים (Dios)" en el idioma hebreo no sólo era aplicado Dios como Ser Supremo sino también a personas que eran representantes de la autoridad divina. 

El erudito Fiedrich Wilhelm Gesenius en su léxico hebreo-arameo escribe acerca de una de las aplicaciones del término Elohim:
“(2) Una vez aplicado a los reyes, i. e. בְנֵי אֱלהׅים [hijos de Dios] Salmos 82:1, especialmente el versículo 6.
Nota: no pocos intérpretes, tanto antiguos como modernos, han considerado אֱלהׅים como un término que denota también a los ángeles (vea Salmos 8:6, la LXX, Salmo 82:1, 97:7; 138:1), y los jueces (Ex. 21: 6, 22:7-8); esta opinión es discutida y refutada ampliamente en Thes. Página 95 (Pero Hebreos, cap. 1: 6 y 2:7-9,  muestra claramente que esta palabra se refiere a veces a los ángeles, y la autoridad del NT Decide el asunto)”[1]

E. Stauffer explica:
“Θεὸς habitualmente lleva el artículo cuando está en nominativo, pero en otros casos puede hallarse con o sin artículo, sin distinción. Θεὸς también puede denotar a deidades paganas (cf. Hch. 19:37, 1 Co. 8:5) e incluso a seres humanos (Jn. 10:34-35, citando Sal. 82:6).”[2]

Algunos casos de la aplicación de Elohim a seres humanos:

-         En Antiguo Testamento aplica el término "Dios" a un Rey. 
"5 Tus saetas agudas, con que caerán pueblos debajo de ti, penetrarán en el corazón de los enemigos del rey. 6 Tu trono, oh Dios, es eterno y para siempre cetro de justicia es el cetro de tu reino. 7 Has amado la justicia y aborrecido la maldad; por tanto, te ungió Dios, el Dios tuyo, con óleo de alegría más que a tus compañeros. 8 Mirra, áloe y casia exhalan todos tus vestidos; desde palacios de marfil te recrean. 9 Hijas de reyes están entre tus ilustres; está la reina a tu diestra con oro de Ofir." (Salmo 45:5-9)

T. K. Cheyne escribe:
“El término "Elohim" puede aquí ser un título de rey. En defensa de esto, observamos que el título Elohim se aplica a la autoridad judicial (Ex 21:6, 22:8), a Moisés (Éxodo 7:1), para la aparición de Samuel (1 Sam 28:13),  y además un profeta, mirando hacia el futuro, declara que la familia de David será como Elohim, y como el ángel de Jehová (Zac 12:8)”[3]

Es evidente que el término Elohim (Dios) es aplicado al Rey como autoridad representativa de Dios.

-         A los jueces en Israel, Dios les llama Elohim:

“1 Dios está en la reunión de los dioses; en medio de los dioses juzga…2 ¿Hasta cuándo juzgaréis injustamente, y aceptaréis las personas de los impíos?...6 Yo dije: Vosotros sois dioses, y todos vosotros hijos del Altísimo; 7 Pero como hombres moriréis, y como cualquiera de los príncipes caeréis.” (Salmo 82:1-7)

Explícitamente Dios llama “Elohim” a los jueces de Israel en Ex. 21:6, 22:7-8.

Joseph A. Alexander explica:
“Poderoso es un término singular, no plural, en hebreo, siendo uno de los nombres divinos (אל) y califica a la congregación o asamblea como perteneciente a Dios mismo, es decir, instituida por él, y que lleva a cabo autoridad bajo él. La expresión paralela es su uso singular en el Pentateuco, por el cual los magistrados teocráticos, como puros representantes de Dios tienen soberanía judicial, y son llamados expresamente Elohim, la forma plural de la que es particularmente bien adaptado a este doble sentido o aplicación.”[4]

Es indiscutible que este pasaje se refiere a los jueces de Israel que impartían justicia con la Ley y la Autoridad de Dios.

-         Se aplica el término Elohim a los ángeles de Dios.
“Le has hecho poco menor que los ángeles (Elohim en el hebreo), y lo coronaste de gloria y de honra.” Salmos 8:5
“Avergüéncense todos los que sirven a las imágenes de talla, los que se glorían en los ídolos. Póstrense a él todos los dioses.” Salmos 97:7
Compare la última parte del versículo con la transcripción que hace el N.T. en Hebreos 1:6.
-         Moisés es llamado Elohim (Dios)
“15 Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer. 16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios.” (Ex. 4:15-16)

Carl F. Keil y Franz Delitzsch explican:
“El Targum suaviza la palabra לֵאלהים con לְּרַב (maestro, señor). Moisés fue llamado Dios, como siendo el poseedor y medio de la palabra divina. Como explica Lutero, «todo el que posee y cree la palabra de Dios, posee el Espíritu y poder de Dios, y la sabiduría divina, verdad, corazón, mente y todo lo que pertenece a Dios».[5]

Por lo tanto, algunos estudiantes han interpretado el término “Dios” aplicado a Jesucristo como se aplicaba a Moisés, a los jueces o a los reyes en Israel.

Sin embargo, el Nuevo Testamento no solo aplica el término Elohim/Theos para Jesús sino que le otorga facultades que no son humanas ni angélicas.

Por ejemplo, dentro de los atributos intransferibles de Dios existe la Omnipresencia de Dios, un atributo claramente mostrado en las Escrituras que ningún ser creado por Dios posee, pero que Jesús sí posee naturalmente. Acerca de esto, el Dr. Chafer dice:
“La relación que Dios sostiene con el espacio recibe la designación de omnipresencia e inmensidad. El concepto de Dios presentado en las Escrituras es que El está presente en todo lugar. Tal noción es difícil de comprender por la mente finita. También la Biblia declara que Dios -cada una de las tres Personas- reside en un lugar en un momento dado. Acerca del Padre, se declara: "Padre nuestro que estás en los cielos" (Mt.6: 9); acerca del Hijo se declara que El, después de su ascensión, "se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (He. 1 :3); y concerniente al Espíritu en Su relación a la Iglesia, se dice: "en quien vosotros también sois juntamente edificados para morada de Dios en el Espíritu" (Ef. 2:22; comp. Sal. 113:5; 123:1; Ro. 10:6, 7; 1 Co. 3: 16; 6: 19). Por otra parte, el Padre es visto en el Hijo y el Hijo en el Padre (Jn. 17:21 ); el Padre es "sobre todos, y por todos, y en todos" (Ef. 4: 6); el Hijo está presente donde dos o tres están reunidos en Su nombre (Mt. 18:20; comp. 28:20; Col. 1:27). El Espíritu, al igual que el Padre y el Hijo, habita en todo creyente (Ro. 8:9).” [6]

La persona de Jesús posee una existencia anterior a su manifestación humana y el apóstol Juan lo llama Dios mismo (Jn. 1:1.14). Pablo apela a su persona de preexistencia humana como en forma[7] de Dios (Fil. 2:6), y alegando que en la persona de Jesús habita “toda” la plenitud de la Deidad corporalmente (Col. 2:9), por lo tanto es posible llamar a Jesús “gran Dios” y Salvador (Tito 2:13).

El apóstol Juan en su Primera Carta llama a Jesucristo el verdadero Dios (1 Jn. 5:20), acerca de esto Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard comentan:

“El culmen de tales proposiciones lo representa 1 Jn 5,20, donde consta la absoluta unidad de naturaleza entre Dios y Cristo. Probablemente hay que traducir así: «Este (Cristo) es el verdadero, Dios y vida eterna» (y no: éste es el verdadero Dios).”[8]

Otro punto importante a considerar es la confesión pública de Jesucristo como “Señor” en las comunidades judías. Sobre esto, Charles Ryrie escribe:

“Para un cristiano primitivo acostumbrado a leer el Antiguo Testamento, la palabra “Señor” cuando se aplicaba a Jesús, sugeriría su identificación con el Dios del Antiguo Testamento” (S.E. Johnson, “Lord Christ”, The interpretes Dictionary of the Bible [New York: Abingdon 1976], 3:151). Esto significa que con relación a un versículo como Romanos 10:9, que “cualquier judío que públicamente confesara que Jesús de Nazareth era Señor, se entendería que le estaba atribuyendo la naturaleza y atributos divinos a El” (William G.T. Shedd Romans [New York: Scribner, 1879], pg. 318). Por lo tanto, la esencia de la fe cristiana era reconocer a Jesús de Nazareth como el Yahweh del Antiguo Testamento. ”[9]
¿Podría ser Jesús llamado “Dios” al igual que los ángeles, los reyes, jueces o profetas?
Es cierto que Jesús cumplió ministerio de profeta y cumplirá de Rey mundial en el milenio, pero la Biblia excluye el acto de categorizar a Jesús como un ángel de Dios (Heb. 1:5-13). Jesús podría ser llamado “Elohim” como lo fueron llamados los profetas, reyes o sacerdotes, sin embargo al conocer de su persona, su esencia y naturaleza la aplicación del concepto “Elohim” se desvanece de nuestras mentes para contemplar al verdadero Dios y vida eterna en la persona de Jesucristo.



[1] Friedrich Wilhelm Gesenius , Hebrew and Chaldee Lexicon (1846), pg. 49
[2] Gerhard Kittel, Gerhard Friedrich, Geoffrey W. Bromiley, Compendio del Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, pg. 323 – Editorial Libros Desafio.
[3] T. K. Cheyne, Th e Book of Psalms pg. 126 – LONDON 1888
[4] Joseph A. Alexander, Commentary on Psalms, Kregel Publications, pg. 357 – Library of Princenton
[5] Carl F. Keil y Franz Delitzsch, Comentario al Texto Hebreo del Antiguo Testamento pg. 296, Editorial CLIE
[6] Lewis Sperry Chafer , Teología sistemática TOMO I pg. 227, Publicaciones Españolas INC 1986
[7] El Diccionario Expositivo de Palabras del Antiguo y Nuevo testamento Exhaustivo de Vine pg. 381 define: “Morfe (forma) denota la forma o rasgo distintivo especial o característico de una persona o cosa. Se usa con un significado particular en el NT, solo de Cristo, en Flp_2:6-7, en las frases «siendo en forma de Dios» y «tomando forma de siervo». Una excelente definición de esta palabra es la dada por Gifford: «morfe es así propiamente la naturaleza o esencia, no en abstracto, sino tal como subsiste realmente en el individuo, y retenida en tanto que el individuo mismo existe … »Así, en el pasaje ante nosotros morfe Theou es la naturaleza divina real e inseparablemente subsistente en la persona de Cristo. Para la interpretación de «la forma de Dios» es suficiente decir que: (1) incluye toda la naturaleza y esencia de la Deidad, y que es inseparable de ella, ya que no podrían tener existencia real sin ella; y (2) que no incluye en sí misma nada «accidental» o separable, tal como modos particulares de manifestación, ni condiciones de gloria o majestad, que pueden en un momento estar junto con la «forma», y en otro momento separados de ella.
El verdadero significado de morfe en la expresión «forma de Dios» queda confirmada por su repetición en la frase correspondiente, «forma de siervo». Se admite universalmente que las dos frases son directamente antitéticas, y que por ello «forma» tiene que tener el mismo sentido en ambas» (Gifford, The Incarnation , pp. 16,19,39).”
[8] Lothar Coenen, Erich Beyreuther y Hans Bietenhard, Diccionario Teológico del Nuevo Testamento, Vol. III pg. 36. – Ediciones SIGUEME, Salamanca 1990
[9] Charles C. Ryrie, Teología Básica pg. 56, Editorial UNILIT.